18/07/2024
La búsqueda de la forma más eficiente para producir lipólisis, es decir, quemar grasa y, como consecuencia, reducir el peso corporal, ha sido un objetivo constante tanto para investigadores como para el público en general. En las últimas décadas, la prevalencia de hábitos de vida poco saludables, como el sedentarismo y el tabaquismo, ha escalado, contribuyendo significativamente al aumento de enfermedades crónicas no transmisibles. Patologías como la dislipidemia, la hipertensión y la obesidad se han convertido en factores de riesgo primarios para eventos cardiovasculares graves como el infarto al miocardio.

Ante este panorama, la mejora de estas condiciones ha llevado a considerar dos pilares fundamentales que influyen directamente en la forma y composición corporal: la nutrición y la actividad física. Si bien estos dos factores son ampliamente aceptados, la ciencia ha profundizado para entender los mecanismos fisiológicos específicos que rigen la utilización de la grasa como fuente de energía.

En el pasado, se especuló sobre el papel de componentes celulares muy particulares. Por ejemplo, se creía que la carnitina, una molécula presente en la membrana mitocondrial, al unirse con el Acyl CoA, facilitaba su entrada a la matriz mitocondrial para participar en el ciclo del ácido cítrico, un proceso clave en la producción de energía. Esta hipótesis llevó a pensar que una mayor ingesta de L-Carnitina podría regular la cantidad de grasa utilizada, impulsando su comercialización con fines estéticos y de lipólisis. Sin embargo, estudios posteriores demostraron que un consumo elevado de carnitina no tenía una influencia significativa en la utilización de triglicéridos como energía, desmintiendo así esta creencia popular.
Por otro lado, investigaciones rigurosas sí han confirmado que el tipo de alimento consumido en momentos clave (antes y durante el ejercicio) influye notablemente en el sustrato energético que el cuerpo decide utilizar durante el esfuerzo físico. La distinción entre carbohidratos de Alto Índice Glicémico y Bajo Índice Glicémico, por ejemplo, ha demostrado tener un impacto directo en este proceso.
Además de la dieta, otro factor determinante en la elección del sustrato (carbohidratos o lípidos) durante el ejercicio es la propia actividad física, y de manera crucial, la intensidad del esfuerzo. La forma en que nuestro cuerpo gestiona la energía cambia drásticamente dependiendo de si realizamos un ejercicio suave, moderado o de alta intensidad.
A continuación, profundizaremos en cómo estos dos grandes factores, la alimentación y el ejercicio, interactúan para influir en el incremento de la lipólisis, revisando los mecanismos y las estrategias más efectivas basadas en la evidencia científica.
- La Influencia Crucial de la Alimentación sobre la Lipólisis
- El Papel Clave del Ejercicio en la Quema de Grasa
- Adaptaciones del Cuerpo al Entrenamiento para Quemar Grasa
- Preguntas Frecuentes sobre Lipólisis y Quema de Grasa
- ¿La L-Carnitina es efectiva para quemar grasa?
- ¿Qué tipo de carbohidratos debo consumir si mi objetivo es quemar grasa durante el ejercicio?
- ¿Es beneficioso hacer ejercicio en ayunas para quemar más grasa?
- ¿Cuál es la mejor intensidad de ejercicio para maximizar la quema de grasa?
- ¿Cómo influye el entrenamiento aeróbico regular en mi capacidad para quemar grasa?
- Conclusiones
La Influencia Crucial de la Alimentación sobre la Lipólisis
El metabolismo humano se basa principalmente en el carbohidrato (CHO) como fuente de energía. Los carbohidratos se almacenan en el cuerpo en forma de glucógeno (en hígado y músculos) y pueden ser utilizados en los metabolismos glucolítico lento y rápido, dependiendo de la demanda energética.
Los carbohidratos se clasifican según su velocidad de absorción. Los polisacáridos, con una estructura molecular más compleja, son de absorción lenta. Se digieren de manera más pausada, liberando glucosa gradualmente en la sangre y produciendo concentraciones de insulina más bajas. Estos son los conocidos alimentos de Bajo Índice Glicémico. En contraste, los monosacáridos y disacáridos tienen una estructura más simple, se absorben rápidamente, elevan la glucosa sanguínea de forma abrupta e inducen una alta secreción de insulina. Estos son los alimentos de Alto Índice Glicémico.
La movilización de las grasas, el proceso que conocemos como lipólisis, está fundamentalmente regulada por la acción hormonal. La insulina es una hormona potentemente inhibidora de la lipólisis. Por el contrario, hormonas como el Glucagón, la Epinefrina (adrenalina), la Norepinefrina (noradrenalina), la Hormona de Crecimiento (GH) y el Cortisol, aumentan la lipólisis. La estimulación de las catecolaminas (Epinefrina y Norepinefrina) sobre la lipólisis es muy potente, mientras que la acción inhibidora de la insulina es igualmente fuerte.
Esto tiene una implicación directa en la práctica: una ingesta de CHO que provoque elevaciones significativas de insulina en la sangre limita la oxidación de las grasas. Por ejemplo, realizar ejercicio inmediatamente después de consumir una porción de CHO de Alto Índice Glicémico disminuye la utilización de Ácidos Grasos (AG) como combustible, lo que se traduce en una menor lipólisis. Estudios han demostrado que la ingesta de carbohidratos de Alto Índice Glicémico puede derivar en un incremento en la oxidación de los carbohidratos y una reducción en la movilización de AG, cambios metabólicos que pueden persistir incluso por hasta 6 horas después de la ingesta.
Consumir CHO de absorción rápida durante el ejercicio puede mantener niveles de glucógeno sanguíneo suficientes para prolongar el rendimiento aeróbico más allá de la duración normal del glucógeno disponible (aproximadamente 2.5 horas). Esto mejora el rendimiento en ejercicios continuos de larga duración, pero ejerce un efecto negativo en la utilización de AG del tejido subcutáneo.
Se ha explorado también la estrategia de utilizar dietas ricas en grasas con la intención de aumentar la oxidación de AG. Algunos estudios, como el realizado con ciclistas que consumieron una dieta alta en grasa (60%) durante dos días antes de pedalear a intensidad moderada (50% del VO2 máx), registraron una alta utilización de AG y un ahorro significativo de glucógeno muscular y hepático. Sin embargo, es importante notar que este enfoque puede no ser sostenible a largo plazo o beneficioso para todos los tipos de actividad.
Considerando que el consumo de CHO previo al ejercicio inhibe la lipólisis y que la ingesta de grasas principalmente ahorra CHO y utiliza las grasas consumidas (más que movilizar las almacenadas), una opción planteada es realizar ejercicio después del ayuno nocturno. Si se opta por esta vía, se sugiere que sea por un tiempo corto y a una intensidad moderada (50-60% del VO2 máx). Si se aumenta la intensidad o el tiempo en estado de ayuno, el rendimiento puede verse disminuido drásticamente.
El Papel Clave del Ejercicio en la Quema de Grasa
Como mencionamos, el principal sustrato para la obtención de energía son los CHO, utilizados en la glucólisis rápida o lenta según la intensidad del ejercicio. La segunda fuente de energía más importante son las grasas, en forma de Ácidos Grasos Libres (AGL). Aunque los AGL entregan más energía por gramo que los CHO, su oxidación es considerablemente más lenta.
La oxidación de grasas comienza una vez iniciado el ejercicio. Sin embargo, las concentraciones plasmáticas de AGL pueden disminuir inicialmente porque la tasa de consumo por el músculo supera la tasa de aparición de AGL liberados por la lipólisis. La oxidación de grasa aumenta a medida que se prolonga la duración de la actividad. De manera relativa, la oxidación de grasa es máxima en intensidades moderadas, mientras que en ejercicios de alta intensidad, los CHO se convierten en el combustible principal.
Estudios clásicos, como los de Romijn y colaboradores en 1993, han ilustrado esta relación. A una intensidad del 25% del VO2 máx, casi toda la energía proviene de la grasa. Al 65% del VO2 máx, la grasa provee aproximadamente el 50% de la energía total. A intensidades mayores (por ejemplo, 85% del VO2 máx), la contribución de las grasas en proporción a los CHO es mucho menor, aunque todavía se utiliza una pequeña cantidad.
Podemos visualizar esta relación de la siguiente manera:
Intensidad de Ejercicio (% VO2 máx) | Contribución de Grasa (%) | Contribución de Carbohidratos (%) |
---|---|---|
25% | ~100% | ~0% |
65% | ~50% | ~50% |
85% | Mucho menor | Principal |
El uso de grasa como combustible puede incrementarse cuando los depósitos de glucógeno muscular y hepático se han vaciado considerablemente. En esta situación, la intensidad alta ya no puede mantenerse, y el individuo se ve obligado a disminuir el ritmo, ya que la velocidad de producción de ATP a partir de las grasas es significativamente menor que la de los CHO.
Otros estudios han investigado el efecto de realizar ejercicio a baja intensidad (50%-60% VO2 máx) precedido por otra sesión de igual intensidad una hora antes. Se observó que en la segunda sesión, los niveles de lipólisis del tejido adiposo aumentaban, probablemente debido a que los niveles de insulina eran considerablemente menores en ese momento.
Realizar ejercicio en altitud (sobre los 1200m) también puede favorecer la utilización de AGL como combustible. En un medio hipóxico (con menor disponibilidad de oxígeno), los niveles plasmáticos de catecolaminas se incrementan, lo que a su vez aumenta la cantidad y quizás la calidad de AGL utilizados. Esta utilización preferencial de grasa en altitud ha sido observada y valorada mediante el cociente respiratorio (RQ).
El cociente respiratorio es un parámetro fisiológico que permite determinar el tipo de sustrato energético que se está utilizando a determinadas intensidades de ejercicio. Se calcula como la relación entre el volumen de dióxido de carbono producido y el volumen de oxígeno consumido (VCO2/VO2). En reposo, en personas con una dieta mixta, el RQ suele estar entre 0.80 y 0.85, indicando que la grasa contribuye aproximadamente en un 50% a la producción total de energía. Sin embargo, cuando se oxida casi exclusivamente grasa, el RQ se sitúa alrededor de 0.69-0.73, mientras que si se oxida solo glucosa (CHO), el RQ es cercano a 1.0. De esta forma, el RQ es una herramienta valiosa para establecer las intensidades de ejercicio adecuadas para favorecer la utilización de determinados sustratos.
Adaptaciones del Cuerpo al Entrenamiento para Quemar Grasa
Las adaptaciones fisiológicas que ocurren con el entrenamiento regular, especialmente el de tipo aeróbico, provocan cambios significativos en la capacidad del cuerpo para utilizar CHO y/o AGL durante el ejercicio. Estas adaptaciones mejoran la eficiencia con la que el músculo puede oxidar grasa.
Entre las adaptaciones clave se encuentra el aumento en el número y tamaño de las mitocondrias en las células musculares. Las mitocondrias son las "centrales energéticas" donde ocurre la oxidación de los AG. Un mayor número de mitocondrias implica una mayor capacidad para procesar grasa. Paralelamente, aumenta la concentración de enzimas oxidativas dentro de las mitocondrias, lo que mejora la capacidad metabólica oxidativa del músculo.
Este incremento en la maquinaria oxidativa permite al músculo adaptarse mejor a una mayor demanda energética. No solo puede oxidar más grasa una vez que los AG llegan a la mitocondria, sino que también mejora el potencial de transporte de AGL desde la sangre hacia el interior de la mitocondria. Este transporte interno se facilita a través del sistema Carnitina-Palmitoil-Transferasa, situado en la membrana mitocondrial. El entrenamiento aeróbico parece mejorar la eficiencia de este sistema de transporte, permitiendo que más AGL estén disponibles para la oxidación.
Considerar estas características del ejercicio, especialmente la intensidad y la duración, y cómo el cuerpo se adapta a ellas, es fundamental para diseñar estrategias efectivas que favorezcan la oxidación lipolítica.
Preguntas Frecuentes sobre Lipólisis y Quema de Grasa
A continuación, respondemos algunas preguntas comunes basadas en la información presentada:
¿La L-Carnitina es efectiva para quemar grasa?
No, la investigación científica ha demostrado que una mayor ingesta de L-Carnitina no influye significativamente en la utilización de triglicéridos como energía. Su comercialización con este fin no está respaldada por evidencia sólida.
¿Qué tipo de carbohidratos debo consumir si mi objetivo es quemar grasa durante el ejercicio?
Consumir carbohidratos de Alto Índice Glicémico justo antes o durante el ejercicio tiende a aumentar los niveles de insulina, lo cual inhibe la lipólisis. Para favorecer la oxidación de grasas, sería más adecuado optar por carbohidratos de Bajo Índice Glicémico en las horas previas al ejercicio, o incluso realizar la actividad en estado de ayuno (con las precauciones y limitaciones mencionadas).
¿Es beneficioso hacer ejercicio en ayunas para quemar más grasa?
Hacer ejercicio después del ayuno nocturno puede favorecer la utilización de Ácidos Grasos Libres como combustible, especialmente si la intensidad es moderada. Sin embargo, si la intensidad o duración del ejercicio es alta, el rendimiento puede verse comprometido debido a la menor disponibilidad de glucógeno.
¿Cuál es la mejor intensidad de ejercicio para maximizar la quema de grasa?
Aunque la oxidación de grasa ocurre a todas las intensidades, la contribución relativa de la grasa es mayor en intensidades bajas a moderadas (aproximadamente entre el 25% y el 65% del VO2 máx). A intensidades muy altas, el cuerpo depende principalmente de los carbohidratos debido a la necesidad de producir energía más rápidamente.
¿Cómo influye el entrenamiento aeróbico regular en mi capacidad para quemar grasa?
El entrenamiento aeróbico constante mejora la capacidad del músculo para oxidar grasa. Provoca adaptaciones como el aumento de mitocondrias, enzimas oxidativas y la eficiencia del transporte de Ácidos Grasos Libres al interior de la mitocondria, permitiendo una mayor utilización de grasa como combustible durante el ejercicio.
Conclusiones
Lograr la lipólisis de manera efectiva no es simplemente una cuestión de reducir el consumo calórico o hacer 30 minutos de ejercicio diario. Implica comprender la compleja interacción entre la nutrición y el ejercicio y cómo impactan en los mecanismos fisiológicos que regulan la quema de grasa.
Hemos visto que, si bien el ejercicio de moderada intensidad es beneficioso para la lipólisis, la forma en que nos alimentamos antes y durante la actividad es determinante en la proporción de sustratos utilizados. La ingesta de ciertos tipos de carbohidratos puede inhibir la oxidación de grasas, mientras que otras estrategias nutricionales pueden favorecerla.
Es importante destacar que, según la evidencia científica, las formas más eficientes de producir lipólisis (como el ejercicio en ayunas o a muy baja intensidad) pueden, paradójicamente, desmejorar el rendimiento deportivo, especialmente en actividades de alta intensidad o larga duración. Conseguir un rendimiento óptimo en un deporte y tener como objetivo principal quemar la mayor cantidad de grasa posible no siempre van de la mano.
El entrenamiento regular, especialmente el aeróbico, mejora intrínsecamente la capacidad del cuerpo para oxidar grasa a través de adaptaciones celulares. Sin embargo, la estrategia nutricional y la intensidad del ejercicio en una sesión particular seguirán siendo factores cruciales que determinen cuánto se utiliza la grasa en ese momento específico.
En resumen, la lipólisis es un proceso multifactorial influenciado por el estado hormonal, el tipo y momento de la ingesta de alimentos, y la intensidad y duración del ejercicio. Comprender estos principios nos permite diseñar estrategias más informadas para abordar la quema de grasa, reconociendo que el camino más efectivo puede variar según los objetivos individuales, ya sea la salud general, la composición corporal o el rendimiento deportivo.
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